El Rey Alfonso VI

El gato y la conquista de Madrid
Alfonso VI “El Bravo” (1037-1109), Hijo del rey Fernando I y de su esposa, la reina Sancha de León, era un infante leonés con sangre navarra y castellana. Fue educado en las artes liberales, las armas, la monta y en la caza.
Aunque, como segundo hijo, a Alfonso no le habría correspondido heredar, le fue otorgado por testamento el Reino de León, que llevaba implícito el título imperial, la parte más extensa, valiosa y emblemática, que incluía las ciudades de Oviedo y León.
Tuvo que enfrentarse con los deseos expansionistas de su hermano Sancho quien, como primogénito, se consideraba el único heredero legítimo de todos los reinos de su padre. Tras la muerte de la reina Sancha se abrió un periodo de siete años de guerra entre los tres hermanos, en el que hubo alianzas, treguas, traiciones y muertes, y tras el cual Alfonso consolidó su trono, recuperó la lealtad del alto clero y la nobleza, y reanudó su expansión territorial.
Dentro del impulso que Alfonso dio a la reconquista se encuentra la toma definitiva de Madrid, hacia 1085, de cuyo asedio se destaca el hecho de que, durante una noche, sigilosamente, un joven escaló un alto muro con una soga y que, hincando una daga comenzó a perforar pequeños agujeros en las junturas de las piedras, de tal forma que los que le vieron desde lejos gritaban que “parecía un gato”.
La leyenda cuenta que, gracias al intrépido y ágil “gato”, se pudo ganar la batalla y llevar a cabo la conquista y que, la ciudad que se acostó Magerit, se levantó como Madrid. Con el tiempo, se extendió el apelativo de gato a cualquiera que hubiera nacido aquí.